martes, 29 de abril de 2008

Fachada principal del Mercado Central de Alicante

He bajado hace un rato al mercado central a oler. Pescados, mariscos, salazones, panes, bollos, carnes, frutas, verduras, gente. Todo. Me gusta.

Casi sólo iba a eso, a oler. Aunque una vez allí he comprado pescado y pan, he cogido los periódicos gratuitos y he hecho fotos a los puestos de flores.

Más de un viajero o escritor dice que al llegar a una nueva ciudad lo primero que hacen es ir al mercado central para ver el palpitar de la gente.

Yo que no soy ni viajero ni escritor, y que tampoco acabo de llegar, he ido a oler, a que el olfato recobre olores primarios, de alimentos y de vida. Durante un tiempo me he olvidado de asfalto, gasolinas o aire contaminado.

Los fuertes salazones, el aroma de los pescados y mariscos, "de la bahía" como dicen los pescaderos, las frutas y las verduras que huelen, ya se que huelen pero según donde los compres parece que les han quitado hasta eso.

Y fuera, en la plaza trasera, los puestos de flores y las dos o tres terrazas con gente tomando el cafe de media mañana, el aperitivo anticipado o el esmorsaret retrasado.

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