Llevo demasiadas horas, casi demasiados días, poniendo a punto ordenadores que no funcionan como debieran.
Teléfonos móviles a los que le falla el cargador, reproductores de Mp3 que pierden el formato, conversaciones con proveedores para que cumplan lo que prometen.
Me cansan. Demasiada tecnología y poca vida. No me gusta.
El papel, las conversaciones, el periódico, los libros, el autobús, un cuaderno y un boli, la calle y, desde luego, la gente y sus sentimientos, tienen más valor que cualquier aparato, cualquier chisme electrónico, por mucho que nos ayude a vivir o a solucionar cosas.
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